Podemos llamarlo “mano”, como si fuera una unidad, pero es una amalgama de otras muchas unidades, todas ellas en movimiento, en espasmo, vibración y caricia, porque la mano es la rotundidad del hacer y, al mismo tiempo, una posibilidad constante. La mano es, en definitiva, todo lo que somos las personas. A través de ella señalamos, tocamos y transformamos lo que nos rodea, y su grandeza late en el elogio de Oriol Tuca.
Pere Parramón, Historiador del Arte